“El
sistema que programa la computadora
que
alarma al banquero
que
alerta al embajador
que cena con el general
que
emplaza al presidente
que
intima al ministro
que
amenaza al director general
que
humilla al gerente
que
grita al jefe
que
prepotea al empleado
que
desprecia al obrero
que
maltrata a la mujer
que
golpea al hijo
que
patea al perro.”
-Eduardo
Galeano. Días y noches de amor y de guerra.
A propósito de la cita
mencionada, personalmente me considero un fanático de la obra literaria del autor;
en mi recorrido por sus letras, me encontré con un concepto que comúnmente
Galeano traía a colación: los “ninguneados” … Y, ¿quiénes son?
Son la manera que tenía para
nombrar a quienes él consideraba los innombrables: los muchos que son nada, los
numerosos nadie. Hombres y mujeres sin voz, sin derecho a un destino,
despojados de sus sueños y de su memoria. Son, seguramente, esas “ciertas
clases de poblaciones que parecen necesitar una protección especial”, que
definía una de las lecturas.
Buscando la objetividad,
personalmente considero, en términos del abordaje de temas específicos en salud
pública, que el concepto es correcto, pero poco entendido en su profundidad.
Sin afán de encasillar a ciertas poblaciones en sitios conceptuales de
fragilidad o indefensión, es una realidad que determinados grupos son más
propensos, por el contexto en que viven y se desarrollan, a presentar eventos
particulares, sociales y en salud, que la “población general”. La orientación
sexual, la identidad de género, la pertenencia identitaria distinta a la “nacional”,
como la de los pueblos originarios, las personas con capacidades diferentes…
todas condiciones, distintas unas de otras, pero que determinan una idea de ver
al otro como “diferente”, no como “igual”. Considero que la condición más
relevante para determinar el concepto de “vulnerabilidad” es la pobreza. El
sistema nos ha adoctrinado para deformar la visión hacia quien no consideramos
nuestro igual. Es una visión puramente vertical. Vemos al “distinto” hacia
abajo. Y al hacer esto, lo deshumanizamos. Y, en consecuencia, nos
deshumanizamos.
Es cierto que las poblaciones vulnerables
son a la vez víctimas y consecuencias de los sistemas políticos mundiales
actuales (en palabras de Eduardo Galeano, “El desarrollo desarrolla la
desigualdad”), sin embargo, esa condición no determina su futuro. A partir
del reconocimiento de los factores que producen la vulnerabilidad en los
individuos y las poblaciones, es obligación de los Estados, mejorar las
condiciones sociales, políticas, de vivienda, de educación, de trabajo, de
acceso a los servicios de salud, para erradicar las diferencias. Y es
obligación de todos trabajar respecto a nuestra deconstrucción personal,
reconceptualizar la significancia de “la diferencia”, para combatir
enfermedades sociales como la discriminación, que también condicionan conflictos
a gran escala, incluso a nivel de la atención en salud. Todo ello con la
intención de que gradualmente la visión de las diferencias se erradique, que
viremos hacia un panorama horizontal. Hacia la igualdad de derechos. Hacia la
justicia social.
Excelente reflexión Artuto! Yo también soy admiradora de la obra de Galeano...que gusto que alguien tan joven lo conozca y lea (en tu generación no es fácil encontrar lectores para autores como Galeano)...ojala en la sesión sincrónica nos puedas compartir algún comentario...
ResponderEliminarSaludos.
Dolores
Gracias Maestra, "Las venas abiertas de América Latina" hizo una revolución en mi desde que lo leí por primera vez.
Eliminar